lunes, 10 de octubre de 2011

El condor pasa.

Fue una noche alocada, llena de lujuria, de pasión, de alegría, y sobre todo de lágrimas. 
Sueños rotos, estrellados contra el suelo. En un club de media noche, donde se celebraba una fiesta de disfraces me ofrecieron comida a cambio de algún espectáculo subidito de tono. Con el éxtasis en vena, dí mil piruetas al son de la música, me estiraba al igual que me encogía. Movimientos prohibidos, y algún que otro sonido satisfactorio. Locura, y un poquito de consciencia quemándome por dentro. 

Lo único que pudo sacarme de mi propia locura, fue aquel colgante de Pasionaria que guardo White.
No pude volver a subir al escenario, ni dar ninguna otra pirueta en la barra. Me quede parado mirando al horizonte, aclarándome los ojos del dolor que padecía. Lo veía cada vez más claro...
No hay Pasión, alegría, si no es con White... No quiero la libertad si no puedo regalársela a White, si no puedo sentirme unido.
No pequé más de lujuria, pues mi compromiso con mi corazón es mucho más fuerte.
Salí de aquel lugar con los pantalones medio caídos,sin camiseta, en busca de aquel que me robó el corazón.
De aquel, por el cual, protegería dando mi vida, mi amor y mi alegría. 



White, espérame. 
Que pronto te encontraré y esta vez,
no te dejaré marchar.

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